20 de marzo de 2009

REVISTA LETRALIA // http://www.letralia.com/206/letras03.htm

Poemas
Lucía Angélica Folino

Yo no soy perfecta (You say you want a revolution)

Yo no soy perfecta. No se confundan.
Ni fui ni lo seré, aunque me lo digan.
Mi primer novio era fiel a los Beatles,
Un fan casposo.
(You may say I’m a dreamer)

La cosa es que memoricé las letras
en inglés, por supuesto, biografías
con nombres de mujeres que no existen
en Studio Uno.
(There are places I remember)

El padre de mi hijo era un agente
de viajes y turismo, un entendido
en reservas de hoteles, aerolíneas
y en cruceros.
(That is confusing things)

Nos armamos la propia compañía,
de tanto que aprendí el abecedario,
las leyes de la empresa, las sabía
como nadie.
(In the land of submarines)

Mas luego, idealicé a un mal cantante,
un tipo que la iba de poeta,
Baudelaire y Rimbaud eran mi sopa
diaria y feliz.
(There’s no fun in what I do if he’s not there)

Contar sílabas aburre y fastidia.
Lo hice por complacerlos, lo confieso,
ni soy emprendedora ni soy lírica,
apenas Lu.
(without... a sky of diamonds)

Me llevo con mis huesos como puedo,
abro mi corazón a lo fortuito
mañana estudiaré música o griego,
quizás, no sé...
(Sergeant Pepper’s lonely, Sergeant Pepper’s lonely
Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band)

Tendré que irlo contando en los rincones,
de pie en los cursos o en un bar abierto,
no prometo nada, iré fluyendo,
la vida es eso.
(And in the end
the love you take is equal
to the love you make.)



El bronce y el barro

Me excita tu sudor de media tarde
y las uñas mugrosas del trabajo,
tu estructura
apolínea en los tablones
para subirte a techos y escaleras
y verte, amor,
trepar por las cornisas.

Me estremece la piel
tu mansedumbre de aceptar
tantas cosas evitables
y no darle un trompazo al empresario
que firma tu despido
con desprecio,
por razones que nunca te involucran.

En el fondo, te asiste una certeza:
que él era
un pobre hombre descartable;
que podrás, en rigor, recuperate
de otra ingrata caída del torreón
y volver a trabajar
por tu familia,
por vos,
porque es la vida,
y no hay tutía,
y aunque nadie te pida que lo hagas,
como si fueses juez, parte y testigo
y el amor se tratase de encomiendas
de soles
que no alumbran a los huérfanos.

Me gusta porque sos un caballero
que no sabe leer en mis poemas
ni le encuentra sentido
a las gestiones esparcidas,
en arte y con esmero,
en la página abierta de tu boca.

Me atrae que me devuelvas a este sitio
de cena en la cocina y sobremesa,
de ávidas miradas lujuriosas,
que no pierden el tiempo en la escritura
y se posan lascivas en los cuerpos.

Y cuando penetras en mí,
y se esfuma al calor
un cielo abstracto
con nombres de pintores,
de poetas,
y músicos de un clan que se ha extinguido,
te amo y vuelvo a amarte,
aún... todavía.

El Arzobispo pedirá que no pequemos
pero no haremos caso,
nos escaparemos
a fornicar entre los plátanos
de un barrio que esté aislado de los centros,
con aroma a laurel y a mandarinas.

Sin perjuicio de lo dicho,
mi querido,
permite que te cuente
que entre las dos creaciones,
hijas del Sublime,
la tuya es la vital,
la verdadera,
la que deja azur rastro en las estirpes.
¿La mía?
La mía viaja en una calavera
sin dientes,
por mucho que se implanten
en clínicas lujosas del suburbio,
y tenga la piel suave por las cremas
y el brillo del champú
entre los cabellos.

Y adoro, que después del coito intrépido
me expliques los detalles del estúpido
programa de ficciones
que viste por la noche,
cierto martes,
e imagino que Homero
se retuerce en su cripta
con épicas metáforas;
y te contente tan trivial escena
después de construir tus catedrales.

Y cuando no andás cerca
el mundo se derrite
y te echo de menos en las bibliotecas.
Necesito tenerte y ser tu enclave,
tu dueña y tu operaria,
tu puta, tu mujer, tu enterradora.
Necesito empacharme de caricias
que la frialdad del bronce escamotea.



Consejo

Déjense de andar por los pasillos oficiales
pidiendo la limosna de una beca,
un palco donde actuar, un premio, un auditorio.
Es incomprensible
que se llamen artistas los mediocres.
Ni intuición primigenia
ni Dionisio los riega,
son nenes de papá
jugando en la comedia a ser famosos,
a venderse en Europa, descarriados,
dispuestos a codearse con los reyes,
en turbios escenarios donde suenen trompetas.

Nadie puede responder qué es el arte:
si el hedor de las mieses o la vida
cumplida,
si un escudo del miedo,
si epíteto del hombre
que desgarra imprudente mansedumbre o leyendas.

Nadie puede decir qué es,
y sin embargo,
se disfraza con máscaras añejas
atadas al carro triunfal de los creyentes,
convulso
como una novia virginal en tinieblas.

¿De qué cielos vendrá, de qué planeta,
la palabra radiante,
el plasma demudado en la tela desierta?

La potencia del viento
ululante confunde
y en cenizas expande
la secreta ironía
de notas musicales.

Nos embeben los tiempos
en su larga cortesía,
y el aspirante regresa
cada vez con fe nueva,
se acomoda el zapato,
se persigna ante el monstruo,
aborta su talento y con vergüenza
agacha la tristeza.










Agradezco a la revista Letralia, por la publicación de mis poemas en la revista de la fecha, y aprovecho para felicitar el emprendimiento para sostener en tiempos de menoscabo de los derechos elementales de los seres humanos el afán por la cultura, que es arte y comunicación social.


Dionisio (adoradores de Dioniso)